
Leonardo Polo no escribió un tratado sistemático sobre las virtudes. El mérito del libro es que el autor extrae de las diversas obras de su maestro, los textos más relevantes y ofrece al lector un elenco de las virtudes humanas adquiridas, que son 33, pero el catálogo queda abierto a posteriores profundizaciones.
Es relevante entender desde el inicio la conexión estrecha que hay entre ellas por lo que no se pueden comprender en toda su hondura sin referencias a las demás. El motivo de exponerlas una a una en cada capítulo es pedagógico.
El tratado más completo existente en la tradición filosófica es la II-II parte de la Suma Teológica de santo Tomás. Polo coincide con él al admitir que son virtudes la mayoría de las que aquí se exponen. Además, habla de otras que no estudia el Aquinate como son la responsabilidad, la sencillez, la laboriosidad, la solidaridad, el arrepentimiento y el perdón, la fidelidad. En el modo de entenderlas hay aportaciones valiosas. Desde luego que admite que la mayoría son de la voluntad, pero añade que algunas son superiores a esta potencia y las vincula al acto de ser personal.
Sin pretensión de ser exhaustiva señalo a continuación algunas afirmaciones muy fecundas. La humildad es jugar por entero a favor de lo otro; hay soberbios intelectuales, pero la inteligencia no es soberbia porque todo conocer humano proviene de Dios, donde radica el mal es en el engreimiento subjetivo respecto de lo que uno conoce; la humildad no es virtud griega, y antes que una virtud es una aceptación del propio ser; educar, gobernar, es promocionar, educir posibilidades de los demás para que nos superen, para que alcancen a descubrir y producir más que nosotros; la clave de la humildad está en la coexistencia libre, cognoscente y amante con Dios, lo cual equivale a fomentar nuestra filiación divina natural.
La madurez humana se mide por la capacidad de asumir responsabilidades; lo que elude el riesgo es la responsabilidad. La prudencia es reforzada por la sindéresis que permite ver cuáles son los bienes mediales y subordinar la voluntad a las personas; si se carece de prudencia se tiende a uniformar a los demás, o a hacerles adoptar lo que a uno le ha ido bien; es propio de la prudencia asumir riesgos ante asuntos novedosos; la serenidad es una de las consecuencias de la prudencia. La obediencia hay que entenderla como entrega, ofrecimiento, donación; a la vez, el mandar hay que entenderlo como guiar, orientar; mandar es servir; obedecer implica añadir riqueza, perfección a lo mandado, por eso también es servir; obedecer y mandar son alternativos.
La sencillez nace de saber quién somos y estamos llamados a ser, de aceptarlo, y de responder en consecuencia, con todas sus facetas; es descomplicación; lleva a la unidad de vida y asegura la juventud de espíritu.
La templanza es una de las virtudes inferiores pero sin ella no caben las demás porque es requisito de las otras; un vicio actual muy arraigado en todos los espectros de la población es dar rienda suelta a la vista en todos los medios técnicos de que se disponen, y la resultante es que se inhibe el pensar; los sentimientos resultantes de la destemplanza son la tristeza espiritual, la soledad y el egoísmo, el aburrimiento en la inteligencia y el pasotismo en la voluntad -constante falta de motivación-.
La eutrapelia modera el exceso de las diversiones; es el saber descansar, jugar, divertirse, festejar, con medida; saber divertirse pero sin perder la elegancia, es señal de distinción; la forma más alta de vida es el juego… no tener miedo al fracaso y jugar; descansar es ejercer actos más libres y sosegados, que pueden ser superiores a los que ejercemos en el trabajo; la fiesta es expansión de la libertad personal, la vida humana significa fiesta; soy fiesta porque soy un regalo, un don de Dios.
La filiación divina es constitutivamente natural en el ser humano; lo que añade la sobrenatural es precisamente la elevación de ésta; la verdad fundamental es que el hombre es hijo de Dios, y de aquí derivan la gratitud y la piedad; el mal de la modernidad es no querer ser hijos, el considerar la filiación como una deuda intolerable; la piedad es la veneración al propio origen; en los tres ámbitos se da esta virtud: a los padres, a los educadores y a Dios.
Respecto a la laboriosidad, será más alta en la medida en que nazca de más amor, más lo manifieste y se encamine a más amor; unida a ella está el ahorro, el no gastar tiempo, el que el hombre se haga mejor, que siempre esté en crecimiento.
El afán de saber como virtud requiere de la admiración. De pronto me asombro; admirarse es dejar en suspenso la vida ordinaria, y contemplar la verdad y la belleza; cuando la verdad resplandece captamos la belleza; admiramos y la admiración nos anima a seguir profundizando en la verdad; ese seguir es el estudio; estudiar es pensar, pensar es pararse a pensar; es centrar la atención; se debe prestar atención a las cosas más obvias; lo que anestesia la atención es creer que ya se sabe, los conocimientos adquiridos sin esfuerzo; el estudio requiere constancia, disciplinar los sentidos, sobre todo los internos, y los apetitos.
Lo básico de la convivencia es el respeto de la personalidad de los demás; quien se atiene a lo que su conciencia le dicta merece todo el respeto, incluso si se equivoca o no se comparten sus ideas. La amabilidad está claramente relacionada con la afectividad positiva, se ve la alegría y el buen humor en las personas amables.
La amistad es el culmen de todas las virtudes; se trata de querer desinteresadamente a las personas; la esencia de la amistad está en el compartir, en el conversar y en el compenetrarse; en ella el hombre se encuentra en la misma relación respecto del amigo que consigo mismo; sin reciprocidad es imposible; conduce también a corregir los errores del amigo.
La fidelidad requiere fortaleza, constancia, libertad y esperanza; para ser fiel el hombre debe estar siempre abierto al otro, por eso se exige una libertad creciente; la felicidad es síntesis de dos fidelidades: la fidelidad de Dios y la del hombre, pero aunque el hombre no sea fiel, mientras vive Dios siempre le permanece fiel. La fuente de la alegría es el crecimiento de la persona; la alegría tiene que ver con la efusividad, busca la comunicación.
Se recomienda su lectura. El planteamiento es adecuado al hombre de hoy. El estilo del libro es sencillo, para un público amplio. Se puede estudiar cada una de las virtudes expuestas sin necesidad de leer todo el libro, aunque se aconseja vivamente conocer antes la Introducción.