Álvaro Pombo (Santander, 1939) tiene la originalidad de tratar temas poco frecuentes en la narrativa actual, con un trasfondo filosófico y un estilo singular.
Juan Cabrera estuvo treinta años en un convento benedictino, hasta que lo abandona, por motivos poco precisos. Vive solo en un apartamento del barrio madrileño de Argüelles, dedicado a leer filosofía, teología y a llenar páginas con sus pensamientos. Entre otros autores, destaca la influencia de Sartre, aunque se mueve entre la fe y la duda. La visita de un sobrino, estudiante de Derecho, cambiará su vida de aislamiento, al ponerlo en contacto con Antón Rubial, un antiguo novicio al que Juan echó del convento, ahora profesor de Jaime y con su mujer, Petri. Esto desencadena tensiones, provocadas por el afán de venganza de Antón, gran manipulador que, además, maltrata psicológicamente a su esposa, que huye e intenta refugiarse en Jaime y en su tío. Historia compleja, con tensión bien dosificada hasta el desenlace. Juan es una persona desubicada, Jaime un joven inmaduro, Petri, inculta, que actúa con poca reflexión, lo que agrava los problemas, y Antón es un personaje perverso.
Narración en tercera persona, en la que no faltan los comentarios del propio autor sobre lo que está sucediendo, incluso en forma de interpelaciones al lector.