1274, verano, Fez, mercado de esclavos: Guzmán el Bueno adquiere a Zag, judío formado en el norte de Andalucía, unos diez años más joven que su nuevo amo, para que le sirva con su pericia literaria y lingüística, con su buena formación intelectual. Desde entonces Sidi Gutman siempre se hace acompañar por Zag. Pretende que, según acaezcan, vaya redactando las andanzas de quien fundará la Casa de Medina Sidonia, y protagonizará de modo principal la época que vivió. Con ese montaje arranca Juan Luis Pulido Begines (en su tercera novela, después de Última frontera, 2017 y Lloran las piedras por Al Andalus, 2019; trilogía que cubre casi doscientos años), para relatar en primera persona, a los ojos de Zag, la vida de su señor.
En reciente entrevista, el autor apunta la composición de las páginas: unos tres quintos de historia y otros dos quintos de imaginación literaria, pero respetuosa con los hechos y costumbres de aquella época. Tanto que la crónica de Zag, sus vocablos y modo de relatar, traslada al lector a otro momento, con jerarquía y categorías muy diferentes a las hodiernas: un mundo cruel, muchas veces, bastante despiadado, cuya escala de valores nos extraña hoy (y facilita el agradecimiento por las ventajas del presente).
Ciertamente, el Señor de la Frontera anda lejos de ser un santo, de ahí las notas acerca del contenido eventualmente escabroso y violento del relato. Éste se manifiesta, no obstante, de modo literariamente muy correcto, incluso amable o hasta jocoso, de modo que el lector más delicado carece de la necesidad de saltar páginas por la sensualidad de su contenido, aunque la narración de Zag mencione la extensa vida extramatrimonial de su dueño. Pero la figura del hombre más poderoso en la Andalucía de su tiempo, también encarna nobleza, honor, valentía, servicio heroico al Rey, un conjunto de las más selectas virtudes para el guerrero de entonces. Además, las decisiones principales del protagonista van inspirándose en esos hábitos buenos, cuyo origen y sustento primordial en la ley de Dios se evidencia a lo largo del volumen.
La bella sobriedad en la presentación de escenarios de batallas y vida (el área con vértices en Sanlúcar de Barrameda, Sevilla, Gibraltar y Tarifa, principalmente, pero también la banda de Fez a la costa Atlántica de igual latitud), bosques, ríos y ciudades, otorgan a las páginas un atractivo realista y singular. Algunas escenas, como la estancia de Alfonso de Guzmán en secciones casi recién inauguradas de la Alhambra de Granada, o lo penoso de viajes y cabalgadas, incitan al conocimiento de geografía e historia, de los lugares que encuadran los capítulos. Al oírme celebrar la lectura, sentenció un amigo: “buen guion para una buena serie”.