La magia vuelve a Europa durante las guerras napoleónicas. Clarke consigue una buena mezcla de realidad y ficción, magníficos secundarios y un estilo muy cuidado que sumerge en el ambiente y ritmo decimonónico. La trama avanza muy lentamente, y aunque terminado el libro todos los capítulos tienen un sentido, algo no ha funcionado.
El libro es limpio, aunque doctrinalmente hay alusiones directamente paganas -en tanto que despectivas respecto a la fe y lo sobrenatural- al describir los efectos o leyes de la magia. En el mundo que Clarke presenta, parece que religión y magia se mueven al mismo nivel, sólo que la primera es irracional y la segunda científica; eso sí, estas referencias son muy puntuales y secundarias respecto al relato principal.