En mayo de 1941, tras invadir Grecia y Yugoslavia, Hitler ordenó conquistar Creta, isla clave para controlar el Mediterráneo oriental; era como tener un gran portaaviones, que permitía controlar la salida del Mar Negro; está cerca del acceso a los pozos de petróleo rumanos y no lejos del canal de Suez, por el que Gran Bretaña realizaba el tráfico marítimo con sus colonias orientales. La extensión de Creta es de 8.500 km cuadrados. La llegada de tropas desde Nueva Zelanda no sirvió para frenar la avalancha alemana, con unas tropas británicas poco organizadas. Los nazis hicieron gran despliegue de tropas aerotransportadas sobre Creta; cientos de aviones de transporte y un número similar de bombarderos y cazas. En pocos días ocuparon la isla. Los ingleses no lograron evitar la invasión de Creta. Las consecuencias afectaron a lo ya comentado, sino que la campaña de invasión de Italia, años después, no contó con un apoyo que hubiera muy valioso para lograr un viaje rápido hacia Berlín, que hubiera cambiado el mapa posterior a la Guerra.
Beevor hace un estudio sobre la batalla y de la resistencia del pueblo de Creta. A pesar de la clara victoria alemana y de que el número de bajas fue inferior a las de los aliados, Hitler decidió no volver a realizar operaciones de este tipo, por el alto precio humano de la victoria, precio al que entonces no estaban acostumbrados los alemanes.