Relato que entreteje pasajes centrados en Nejliúdov. Un joven señor rural deja la universidad para buscar mejorar la vida de los campesinos de su aldea. Le dice a su tía que lo hace para hacer felices a las personas que viven ahí. Ella le insiste en que no abandone los estudios; es más fácil, le dice, lograr la felicidad propia que la ajena. El joven ignora esos consejos y busca organizar el trabajo de los campesinos, para lograr que mejoren sus vidas. Conoce a los habitantes por su nombre; recorre la aldea, de isba en isba; observa las carencias; algunas por omisión de sus habitantes. Hay un organismo en la aldea, llamado mir, que cada domingo se reúne para varias tareas; desde el reparto de tierras hasta menesteres cotidianos. El joven propietario percibe que en ocasiones la pobreza es debida al propio abandono en el que viven. Escucha a personas que no quieren hacer cambios, quizá por un fatalismo que anula el deseo de cambiar. Algunos le mienten, otros le cuentan rivalidades entre las familias. Tras otro intento para mejorar esas situaciones, se desanima. Ve que ha gastado el dinero en algo que parece infructuoso. Le invade la frustración de no lograr cambios en la vida rural de Rusia. El relato se publicó en 1856 y tiene rasgos biográficos. La emancipación de los siervos fue en 1861, si bien su situación estaba lejos de ser la de los campesinos de Europa Occidental.