Las películas que el cineasta estadounidense Terrence Malick ha realizado hasta la fecha, desde Malas tierras (1973) a Vida oculta (2019), no son muchas, pero todas han dejado una huella singular en la historia del séptimo arte. ¿Cuál es esa singularidad que ha despertado en el público tanta admiración como rechazo? El cine de Malick expresa, mediante un lenguaje audiovisual muy característico, preocupaciones que atañen a todo ser humano tales como la búsqueda de la propia identidad, la distancia o cercanía con los otros y el hallazgo de un hogar. Tomando la última cuestión, el hogar, como punto de partida, este libro plantea un acercamiento a la filmografía del cineasta de enfoque amplio e interés humano, en el que destacan dos grandes referentes: la tradición bíblica y el pensamiento de Stanley Cavell, un filósofo tan cinematográfico como americano. Al final, se descubre que tanto los mundos y personajes creados por Malick como la vivencia en la que se sumerge el espectador confluyen en un mismo anhelo: la esperanza de llegar a casa.
Como las películas de Terrence Malick, los comentarios de Pablo Alzola transportan al lector espectador hasta ese limbo donde se reformulan las preguntas primordiales y se consideran los enigmas insondables, incluso en las escenas aparentemente más triviales. Es entonces cuando podemos aceptar que el drama y el documental, con su fórmula mimética, coinciden con los géneros fantásticos de los mitopoetas de Oxford a la hora de abordar el misterio. Las inquietudes filosóficas de Terrence Malick y de Pablo Alzola, cineasta e investigador, convergen entonces en el mismo umbral: la pantalla cinematográfica como ventana a universos alternativos, ficciones que inventamos para intentar comprendernos a nosotros mismos. Y en el terreno de la invención, el género es lo de menos. Solo es la clave en la que se ejecuta el drama.