En esta novela, Tim Gautreaux, al igual que en El paso siguiente en el baile o en Luisiana 1923, vuelve a mostrarnos a personajes que se le parecen: francófonos sureños (cajun), católicos, tenaces y comprensivos. En este caso el protagonista, Sam Simoneaux, es un encargado de unos grandes almacenes al que un secuestro le llevará a una insospechada aventura mientras se pluriemplea en uno de los últimos vapores de ruedas del Misisipi. En la época en la que se desarrolla la acción, esos barcos eran de los pocos lugares en los que se podía consumir alcohol sin temor a la policía y la peculiar calaña de los pasajeros dará lugar a múltiples incidentes en los que iremos profundizando en las psicologías y los conflictos de la novela.
Los lectores se encontrarán una trama inesperada, con algunos personajes llenos de humanidad y con comentarios y reflexiones inolvidables. En franco contraste no solo con los novelas negras al uso, sino también con las reacciones y planteamientos otros personajes y ambientes de la misma novela. Las descripciones son de las que permanecen en la imaginación. La resolución de los conflictos es ética y es muy fácil empatizar con las familias afectadas por la desaparición que da título al libro.