La riqueza del libro estriba en que se aborda desde una perspectiva integral de la persona humana. El autor brinda las bases antropológicas, éticas y espirituales en las que se apoya una educación que tiende a la felicidad. La madurez no se obtiene en el ámbito del tener sino del ser, por eso educar es ayudar a crecer. Lo que aporta específicamente son las claves obtenidas por los actuales descubrimientos científicos que facilitan ese proceso educativo. De aquí que el subtítulo de la obra sea, Consejos neurológicos y espirituales para que tú y tus hijos sean felices. Que es un ensayo sólido y serio lo manifiesta la gran acogida que ha tenido entre un público exigente, pues ya ha salido la decimoprimera edición.
Las cinco claves neurobiólogas que sugiere son una educación en: cooperación; empatía; motivación; entusiasmo y que evite el excesivo estrés. En todo momento reivindica el papel de la libertad del niño o del educando y por eso subraya que la madurez nace desde dentro. El ensayo se centra en educar el carácter y lo hace teniendo en cuenta que requiere esfuerzo.
Son sugerentes las consideraciones que hace sobre el trabajo como praxis que enriquece al educando. Por eso invita a profundizar en su dimensión ética y espiritual y a no caer en un reduccionismo economicista -muy común en la actualidad-. El camino para que perfeccione al hombre es hacerlo por amor y con sentido profesional, es decir bien terminado.
Algunas ideas que me parecen fecundas son las siguientes: los padres han de ejercer el liderazgo parental con su ejemplo para la construcción de la personalidad armónica de los hijos; el vínculo familiar es el decisivo para la madurez y felicidad de la persona; la neurobiología confirma que estamos más capacitados de lo que pensamos; una vida llena de prisas, ansiedad y sobresaturada de actividad puede enfermar a los hijos; hemos de aprender a hacer buen uso del mundo digital sin dejar que nos esclavice; la neuroplasticidad del cerebro permite afrontar situaciones nuevas o difíciles; el cerebro está aprendiendo siempre.
El bienestar depende de las relaciones interpersonales; la felicidad es una actitud que descansa en el amor; el cerebro es, por naturaleza, social y no tiende a la agresión ni a la supervivencia del mejor dotado; lo que más activa el sistema motivacional es saberse reconocido, querido y amado de verdad; la actitud egocéntrica es la raíz de todo desequilibrio caracteriológico; las neuronas espejo te ponen en el lugar del otro; cuando hay una tensión excesiva el cerebro entra en una alteración alarmante; la grandeza del juego radica en que tiene siempre su fin en sí mismo, jugamos por jugar sin buscar ninguna utilidad; el juego estimula el dominio de sí mismo, la honradez, la seguridad, la atención, la reflexión, la creatividad….; desde la perspectiva del amor, la contraposición entre querer y deber queda superada.
Quien escribe este libro es doctor en medicina y teólogo por lo que une ciencia y fe, integra datos científicos con la filosofía y la espiritualidad. Un mérito es hacerlo de modo asequible a todo público y con brevedad. Sus afirmaciones cuadran con el sentido común que hoy está muy olvidado. Subraya más las causas de las cosas que el modo de realizarlas. Está dirigido particularmente a padres y educadores. Se recomienda ampliamente su lectura.